Cuando pensamos en relaciones – ya sea con amigos, familiares, o parejas – solemos enfocarnos en los sentimientos que tenemos hacia los demás o en cómo nos tratan. Pero hay un aspecto más sutil, casi invisible, que juega un papel fundamental en cómo se desarrollan estas relaciones: nuestras expectativas.
Las Expectativas y el Cerebro: Un Dueto Silencioso
Las expectativas no son solo ideas abstractas que flotan en nuestra mente; tienen raíces profundas en cómo funciona nuestro cerebro. Imagina que tu cerebro es como un director de orquesta que constantemente trata de anticipar qué va a suceder a continuación. Para ello, utiliza todas las experiencias pasadas, los recuerdos, y sí, también las expectativas.
Cada vez que interactuamos con alguien, nuestro cerebro está comparando lo que realmente está ocurriendo con lo que esperaba que sucediera. Cuando las cosas van como esperamos, el cerebro libera una sustancia llamada dopamina, que nos hace sentir bien. Pero cuando algo no sale según lo planeado, ese desajuste puede provocar incomodidad o incluso frustración.
Este proceso ocurre tan rápido que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que nuestras expectativas están guiando nuestras reacciones. Por ejemplo, si esperas que tu amigo sea puntual y llega a tiempo, tu cerebro se siente satisfecho. Pero, ¿qué pasa cuando las cosas no van según lo planeado? Aquí es donde puede aparecer la sorpresa, la frustración o incluso la ansiedad. Si ese mismo amigo llega tarde, tu cerebro percibe un "error" en su predicción, y ese desajuste puede activar una respuesta, incluso antes de tener tiempo de reflexionar sobre el porqué.
Cómo las Expectativas Moldean Nuestras Relaciones
Desde la psicología, se entiende que las expectativas son como lentes a través de las cuales vemos el mundo y, más importante aún, nuestras relaciones. Si creciste en un entorno donde recibiste mucho afecto y apoyo, es probable que esperes lo mismo de tus relaciones adultas. Pero si tus experiencias tempranas estuvieron marcadas por la distancia o el rechazo, puede que tus expectativas sean muy distintas.Estas expectativas no solo afecta a cómo te sientes, sino también a cómo actúas.
Imagina que esperas que un amigo te ignore porque crees que no eres suficientemente importante para él. Es probable que, sin darte cuenta, empieces a retirarte emocionalmente, a no responder mensajes o a evitar los encuentros. Esto, a su vez, puede llevar a que tu amigo realmente se distancie, confirmando lo que temías desde el principio.
Este fenómeno se llama "profecía autocumplida", y ocurre cuando nuestras creencias y expectativas influyen en nuestro comportamiento, de manera que las hacen realidad. Así, sin darnos cuenta, podemos sabotear nuestras propias relaciones simplemente porque esperamos que las cosas vayan mal.
¿Cómo Cambiar el Rumbo? La Clave Está en la Conciencia
La buena noticia es que nuestras expectativas no son fijas; pueden cambiar. La neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones, juega a nuestro favor. Si te das cuenta de que tus expectativas están basadas en experiencias pasadas que ya no se aplican a tu situación actual, puedes comenzar a desafiarlas conscientemente.
Un buen punto de partida es hacerte preguntas como: “¿Qué estoy esperando en esta relación?” o “¿Por qué espero que esta persona actúe de cierta manera?”. A veces, simplemente reconocer que tenemos expectativas poco realistas o que están basadas en miedos antiguos puede liberarnos de su poder.
Conclusión:
Las expectativas son como un mapa invisible que guía nuestras relaciones. Pueden llevarnos a destinos maravillosos o hacernos perder el camino. Ser conscientes de ellas, cuestionarlas cuando sea necesario, y comunicarlas de manera abierta y honesta es clave para construir relaciones más saludables y significativas. Así que la próxima vez que te encuentres decepcionad@ o molesto@ con alguien, pregúntate: “¿Qué esperaba realmente?” Puede que descubras que el poder de cambiar tu relación está, en gran medida, en tus propias manos y en tu propia mente.
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